QUINTO CAMINO
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QUINTO CAMINO

PERSONALID Y TIPOS HUMANOS
INFLUENCIAS "A" YO REAL, CONCIENCIA LOS CAMINOS

Quinto Camino

LA PERSONALIDAD Y LOS TIPOS HUMANOS

Los estudios esotéricos comienzan precisamente por el estudio del contenido, de la estructura y del funcionamiento de la propia Personalidad.
La Personalidad es un organismo. Como tal, tiene una estructura. Pero su estructura se nos escapa porque no la conocemos ni la estudiamos, pues nuestra atención se encuentra constantemente retenida por los hechos y eventos externos y por las consecuentes reacciones mecánicas que provocan en nosotros.
 Los primeros ensayos de observación interior nos llevan  a distin­guir tres corrientes de vida psíquica, representadas por los tres centros.

Precisemos las funciones psíquicas de los tres centros:
—el centro intelectual registra, piensa, calcula, combina, investiga, etc.;
—- el centro emocional tiene por campo los sentimientos,  así como las sensaciones y las pasiones refinadas;
—el centro motor dirige los cinco sentidos, acumula la energía en el organismo por medio de sus funciones instintivas y dirige el consumo de esa energía por medio de sus funciones motrices.

El hombre contemporáneo concentra sus esfuerzos en el desarrollo y la educación del centro intelectual. Todo está organizado con vistas a un per­feccionamiento metódico, sector por sector, de este centro. Sin embargo, los recursos del centro intelectual que le permiten al hombre hacer milagros en el dominio de la ciencia positiva pura o aplicada, están limitados a eso. Los trabajos de Kant y de Virchow han demostrado que el campo de acción del intelecto humano está, por así decir, rodeado de un muro impenetrable.
 Es curioso constatar cómo en nuestra civilización el crecimiento y el desarrollo del centro emocional son abandonados al azar. Dada la ausencia en nuestra civili­zación de una formación emocional obligatoria, como es obligatoria la formación intelectual, el centro emocional, subdesarrollado y descuidado, cae en el hombre exterior bajo la influencia de los otros centros: motor, intelectual y, finalmente, el sexual. No es exagerado decir que el centro emocional ocupa en la vida psíquica del hombre la posición de pariente pobre.Sin embargo,  sólo mediante un desarrollo apropiado de este centro puede abrirse en el hombre una nueva fuente de energía moral, cuya necesidad es para él tan apremiante.
Para alcanzar esta fuente, el dominio del centro sexual y el entrenamiento del centro emocional son los objetos principales del trabajo.
                           
El desarrollo del centro emotivo es el principal objetivo de la cultura esotérica. Ya que como se verá más tarde, solamente por este centro puede el hombre encontrar la llave que abre la puerta de acceso a la vida superior.

Es menester haber pasado por la quiebra, por el derrumbe moral; es preciso haberlo constatado y aceptado sin tentativa de  subterfugios ni arreglos de cualquier tipo. Sólo entonces se inicia la búsqueda, se descubren las razones del trabajo sobre sí y se adquieren las fuerzas necesarias para llevarlo a cabo. Esto vale para todo el mundo. Hay una sola excepción: los justos. Para ellos este trabajo es una alegría y, puesto que son justos, no hay para ellos ninguna quiebra que constatar.
En total no existen más que tres tipos humanos fundamentales. Estos tipos se distinguen por la preponderancia de tal o cual de los tres centros psíquicos en la Personalidad: el hombre de acción; el hombre emocional por excelencia, sentimental, artista, romántico; por último, el hombre sobre todo intelectual, que piensa, calcula, busca. En la Doctrina se los llama así:

—hombre 1 es aquel en quien el centro de gravedad psíquico reside en cl centro motor;

—hombre 2 es aquel en quien el centro de gravedad psíquico reside en el centro emocional;

—hombre 3 es aquel en quien el centro de gravedad psíquico reside en el centro intelectual.
El hombre, tal como nace de la mujer, pertenece obligatoriamente a uno de los tres tipos fundamentales en los cuales está comprendida toda la humanidad, sea cual fuere la raza, la casta o la clase. Se trata de una ley de la Naturaleza y no le es dado al hombre sustraerse a ella pasando de un tipo a otro según su conveniencia.

Veremos sin embargo que existen otros tipos, superiores a los tres tipos fundamentales, pero salvo casos totalmente excepcionales, no se pertenece a esos tipos superiores por derecho de nacimiento. La creación de los tipos superiores es el resultado de un largo proceso de gestación al cual hacía alusión Jesús cuando, hablando a Nicodemo, le decía que el hombre debe nacer de nuevo. Para elevarse a esos niveles es necesario realizar esfuerzos conscientes y sostenidos de acuerdo a las reglas propuestas desde milenios por la ciencia esotérica.
Opuestamente a los hombres 1, 2 o 3, llamados hombres exteriores, los hombres 5, 6 y 7 son hombres interiores.

INFLUENCIAS "A"

Veamos ahora cómo puede el hombre acceder al esoterismo desde el punto de vista práctico, cómo debe trabajar para establecer los lazos permanentes que le ofrecen la posibilidad de evolucionar. La Tradición trata esta cuestión con la ayuda de un  esquema (el que aparece en la figura 20), en cierta forma el más importante esquema de la enseñanza esotérica. Encierra una multitud de ideas que sobrepasan ampliamente los comentarios que vamos a hacer ahora. Recomendamos volver a él con frecuencia y meditar en él.

esquema influencias "A"                              

Las flechas negras representan las influencias creadas en la vida por la vida misma. Es una primera especie de influencia, llamadas influencias “A”, en medio de las cuales se encuentra el hombre. Se notará que cubren de manera más o menos pareja toda la superficie del círculo de la vida. Como en el caso de todas las fuerzas radiantes de la naturaleza, su efecto es inversamente propor­cional al cuadrado de la distancia, de modo que el hombre sufre sobre todo la influencia de las flechas de su entorno inmediato y es arrastrado a cada instante por la resultante del momento. La influencia de las flechas “A” sobre el hombre exterior es imperativa; empujado, avanza errante por el círculo de su vida, del nacimiento a la muerte, siguiendo una línea quebrada con, a veces, peligrosos cambios de orientación.

El conjunto de las influencias “A” forma la Ley de Azar o Ley de Accidente, bajo cuyo influencia está emplazada la suerte humana. Si examinamos el esquema percibiremos que cada flecha negra está contrabalanceada, neutralizada en alguna parte por otra flecha de igual fuerza y diametralmente opuesta, de modo que si se las hubiera dejado neutralizarse efectivamente, su resultante general hubiera sido igual a cero. Esto significa que, en su conjunto, las influencias “A” son de naturaleza ilusoria, aunque el efecto de cada una de ellas sea  real.Por esta razón el hombre exterior las toma por realidad.
El círculo blanco representa el Centro esotérico, emplazado fuera de las leyes generales de la vida.
Las flechas blancas representan las influencias llamadas “B”. Son influencias arro­jadas al torbellino de la vida desde el Centro esotérico. Creadas fuera de la vida, estas flechas están todas orientadas en la misma dirección. En su conjunto forman una especie de campo magnético.
Dado que las influencias “A” se neutralizan, las influencias “B” consti­tuyen, de hecho, la única realidad.
En la vida, cada ser está sometido a una especie de examen. Si discierne la existencia de las influencias “B”, si adquiere el gusto de recogerlas y absorberlas, si aspira a asimilarlas cada vez más, su naturaleza interior—entremezclada,­ sufrirá poco a poco una cierta evolución. Si los esfuerzos por absorber las influencias “B” son constantes y suficientemente intensos, se podrá formar en él un centro magnético, representado en el esquema por el pequeño espacio en blanco.
Si una vez nacido en él, ese centro es cuidadosamente desarrollado, éste toma cuerpo y ejerce a su vez una influencia sobre las resultantes de las flechas “A” siempre activas, de manera que sobreviene a éstas una desviación. Esta desviación puede ser violenta. En general constituye una transgresión a la ley de la vida exterior y provoca conflictos en el hombre y en su entorno.
Si resulta vencedor en este primer combate, su centro magnético, consolidado y reforzado, lo atraerá hacia un hombre de influencia “C”, más fuerte que él y poseedor de un centro magnético más potente. Así, por vía de sucesión, al estar éste en relación con un hombre de influencia “D”, será vinculado al Centro esotérico “E”.
En adelante, el hombre ya no estará aislado en la vida. Es verdad que continuará viviendo, como antes, bajo la acción de las influencias “A”, que por mucho tiempo todavía ejercerán su influencia sobre él. Pero poco a poco y gracias al efecto de la influencia en cadena “B” – “C” – “D” – “E”, se desarrollará su centro magnético y, a medida que crezca, saldrá el hombre del influjo de la Ley de Azar para entrar en el dominio de la Conciencia.

El cuerpo no dice «yo».
No hay nadie que diga «yo» en el sueño profundo.
Cuando el «yo» surge, todo surge.
Encuentra con agudo intelecto, ¿de dónde viene este «yo»?
El cuerpo es insenciente, el Sí mismo no surge.
Dentro del límite del cuerpo un «yo» surge,
entre el cuerpo y el Sí mismo. Es llamado
«ego», «nudo de materia y espíritu», «esclavitud»,
«cuerpo sutil», y «mente».
RAMANA MAHARSI

YO REAL, CONCIENCIA Y VOLUNTAD, TRIPLE OBJETIVO DE LA CIENCIA ESOTÉRICA

El hombre exterior tiene tres Yoes: el Yo del cuerpo (físico), el Yo de la Personalidad (psíquico) y, en potencia, el Yo real (espiritual).
Desde la caída de Adán el Yo real está relegado, bajo el aspecto de fuero interno, al último plano de la conciencia de vigilia, dominada por el Yo psíquico de la Personalidad. Pero éste, que dirige por así decir, provisionalmente, carece de unidad.
En los hombres 1, 2, o 3 domina la Personalidad. Es ella la que actúa, mientras el Yo real que, desde la caída de Adán, ocupa en el hombre una posición eminentemente pasiva, sufre las consecuencias de sus actos. La Personalidad persigue sus propios fines y actúa a su antojo, transgrediendo a menudo los principios y máximas del Yo real.
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El camino estrecho que conduce a la vida ofrece la posibilidad real de invertir la situación representada en el esquema precedente. Se trata de introducir entre la Personalidad y el Yo real pasivo una conexión permanente, continua, que haga constante la presencia del Yo real en el campo de acción de la Personalidad. Entonces, con el tiempo y según la intensidad de los esfuerzos, la situación puede modificarse totalmente: a medida que el Yo real —como el grano de mostaza51— arraigue en la vida psíquica, dominada hasta entonces por la Personalidad, ésta se someterá poco a poco a la voluntad del Juez e, identi­ficándose con él, volverá a encontrará su Yo real en su integridad y permanencia.
El lazo permanente que debe ser introducido entre la Personalidad y el Yo real es el Conocimiento esotérico.
Se ha establecido que ese Yo, en el estado en que se encuentra, es arena movediza. La imagen de la arena, así como la de la legión usada en el Evangelio, están muy próximas a la realidad, porque lo que tomamos por nuestro Yo es de hecho la yuxtaposición de un número considerable de pequeños yoes. En la Personalidad, cada pequeño yo o grupo de pequeños yoes entra en escena según las circunstancias. Hay múltiples combinaciones entre esos yoes pero su número es limitado, puede ser calculado.
Estos pequeños yoes forman la limadura que, en ciertas condiciones, frotamiento y fuego, es susceptible de una transformación radical debido a  aquello que hemos llamado la soldadura: en ese momento el carácter del hombre puede considerarse efectivamente formado.
Alcanzada la soldadura, el Yo de la Personalidad se vuelve monolítico. No es ya el conglomerado de limaduras de pequeños Yo, sino una entidad estabilizada. En ese momento, el buscador se encuentra colocado sobre el cuarto escalón de la Escalera, frente al segundo Umbral, preparado para franquearlo.
Examinemos ahora los órganos por los cuales el Yo real se manifiesta en el hombre y cómo se podría extender e intensificar su manifestación.

Además de los tres centros psíquicos de la Personalidad—que en adelante llamaremos centros inferiores— tenemos en nosotros otros dos centros, superiores, independientes del cuerpo físico y de la Personalidad.
En el hombre exterior los centros inferiores no están íntegramente desarro­llados en tanto que los centros superiores son perfectos y trabajan a pleno rendimiento, pero tal como somos no captamos más que una ínfima parte de sus mensajes. La causa de esto reside en el hecho de que el hombre se afirma a sí mismo como Personalidad.
Al nivel del corazón se encuentra el centro emotivo superior; al de la cabeza, el centro intelectual superior y al nivel del centro motor se encuentra el centro sexual. El centro sexual es análogo a los centros superiores (centro emocional superior y centro intelectual superior): es indivisible, no contiene parte negativa, ni está subdividido en sectores.  
En resumen, nuestros centros superiores son destellos divinos: uno surgido del otro. El centro emotivo superior —destello del Hijo— y el centro intelectual superior —destello del Padre bajo su aspecto consustancial de Espíritu Santo.

Cuando los tres centros inferiores están plenamente desarrollados y equilibrados, el centro magnético se identifica definitivamente con el centro emotivo superior, arrastrando consigo —y absorbiendo al mismo tiempo— al centro emotivo inferior. De ahí en adelante, el centro emotivo inferior y el centro magnético serán parte integrante del centro emotivo superior.
Realizada esta unión, quien continúa el trabajo sobre sí mismo llegará a ser hombre 5.
En tanto que los hombres 1, 2 o 3 —movidos por la energía del centro sexual repartida por los tres centros— utilizan el Yo provisional de la Personalidad. Yo inestable, cambiante, ilógico consigo mismo y que implica una existencia fáctica; la situación cambia por completo cuando, franqueada la etapa del hombre4, el buscador llega a ser hombre interior 5, luego 6 y por último 7:
—llegado a hombre 5, accede de manera permanente a la conciencia de su      Yo  real

—llegado a hombre 6, accede en permanencia a la             Conciencia

—llegado a hombre 7, accede a la libertad, obteniendo una verdadera  Voluntad

Yo – Conciencia – Voluntad constituyen el triple objetivo de la ciencia esotérica y son la recompensa a los esfuerzos realizados conscientemente y con perseverancia. Aquí toca a su fin la evolución esotérica posible en las condi­ciones de la humanidad terrestre.

“GNOSIS” TOMO I   BORIS MOURAVIEFF

LOS CAMINOS

Siete caminos, que conducen a la Victoria final sin retorno ni caída posible, están abiertos al Fiel valeroso y perseverante.
Tradicionalmente, los tres primeros están, como lo hemos aprendido, destinados respectivamente a los hombres 1, 2 y 3 y son llamados Camino del Servidor (del Faquir en Oriente), Camino del Monje y Camino del Sabio (Khodja en Oriente y Yoga en la India). Estos tres caminos que se confunden infine en el hombre 5, y conducen todos al estado del hombre 4.
Hemos visto igualmente que existe un cuarto camino que, mediante el cumplimiento conjugado de las tareas impuestas en los tres primeros, permite alcanzar directa y más rápidamente el estado del hombre 4: se le llama Camino del hombre astuto, porque quien lo emprende aprovecha sus defectos y sus emociones negativas para favorecer su avance. Este camino ha sido elaborado en la Tradición a partir, especialmente, de la enseñanza de Juan Climaco resumido en estas palabras: El verdadero sabio es aquel que vuelve todo a su favor.
Las consignas de estos cuatro primeros caminos son las siguientes:
I.TRABAJO: Trabajo principalmente físico, comprendiendo esfuerzos particulares que apuntan a la adquisición de la maestría sobre el cuerpo y sus órganos.

II. PLEGARIA: Plegaria que tiene como soporte el Amor de Dios,
cultivada mediante el ejercicio y que conduce a una devoción sin límites al Señor y a la plegaria llamada contemplativa, estadio en el cual, según los Padres de la Iglesia ortodoxa, aquél que ora no conoce la saciedad.
III. ESTUDIO: Estudio en profundidad, de cualquier rama de
la ciencia, que conduce al límite de la razón pura para alcanzar la contemplación de la cosa en sí.

IV CONTROL. Control  de sí mismo, por el cual el hombre astuto se esfuerza en actuar, tanto interior como exteriormente, como si su centro magnético ya estuviera pasablemente desarrollado y asumiera la dirección general de los tres centros inferiores; dicho de otra forma, actuar en cualquier circunstancia haciendo intervenir sus tres centros como si ya estuvieran pasablemente desarrollados y equilibrados.
El control de sí mismo por medio de la constatación practicada en toda ocasión es particular del cuarto camino. Tal actitud del fiel ante su Personalidad le produce, en la vida cotidiana, constataciones casi ininterrumpidas con las cuales está precisamente asegurado su progreso.
Así como el cuarto camino conduce directamente al estadio del hombre 4, el quinto camino conduce directamente al del hombre 5. De todas maneras, entre este último y los otros cuatro existe una profunda diferencia que consiste en que, sobre éstos, la postulante o el postulante pueden alcanzar solos el Segundo Umbral. Entonces es, al franquear este último, cuando  se produce en ellos la toma de conciencia de su Yo real, andrógino por naturaleza, que los pone en espíritu frente a su ser polar —su verdadero prójimo— esté o no vivo sobre la Tierra porque, ha dicho San Pablo: En el Señor la mujer no está sin el hombre, ni el hombre sin la mujer.

Este quinto camino sólo está abierto a las parejas, particularmente a las parejas que se creen sinceramente polares, porque  en este camino, la condición sine qua non del éxito es la observancia simultánea de dos mandamientos conjuntos, de los cuales, según las palabras de Jesús, dependen toda la ley y los Profetas: “Amar a Dios con todo nuestro ser- obligación cuyo respeto efectivo se impone naturalmente en cualquier camino si se quiere avanzar- y Amar al prójimo como al sí mismo”.
Sabiendo ahora que en el sentido esotérico el prójimo es el ser polar, se comprenderá mejor que Jesús haya dicho que el segundo mandamiento es semejante al primero, el más grande. Ya que el Yo real bipolar, mónada del Cristo, residente en su Amor (Amor del Absoluto II),  reside él mismo en el Amor de Dios, es decir, del Espíritu Santo (Amor del Absoluto I).

“GNOSIS” TOMO III BORIS MOURAVIEFF

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